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3 Feb 2019En la entrada de hoy quiero hacerme eco de un artículo de Takahata Sachi que se titula «Las malas condiciones desincentivan a los intérpretes judiciales», publicado en Nippon.com y que versa acerca de la situación de los intérpretes judiciales en Japón. El artículo se puede leer en español, por lo que no hay motivo para tormento alguno. Vaya por delante que como norma general siempre conviene estudiar y comparar lo que hacen en otros países ante problemas similares. Más de uno me habrá oído decir en alguna ocasión (suelo tener tendencia a reiterarme cuando divulgo principios básicos) que en materia de interpretación judicial no es necesario volver a inventar la rueda, ni descubrir el fuego. La problemática es holgadamente conocida y se trata de construir un sistema garantista, funcional y económicamente eficiente. Y para ello nada mejor que mirar lo que se cuece en otros lares y analizar las soluciones ya existentes en otras latitudes. Porque comparar sistemas nos puede ayudar a encontrar respuestas aplicables a los interrogantes planteados o aprehender conceptos contrapuestos y conocer qué cuestiones deben evitarse, lo cual también constituye una ayuda formidable en el proceso de búsqueda de soluciones.
Uno de los aspectos que me ha parecido interesante es el hecho de que para trabajar como intérprete judicial no se requiera de ninguna formación académica. Lo cual no significa ausencia de pruebas de acceso. El aspirante a intérprete judicial ha de superar unos cursos de formación y un simulacro de juicio en una sala de vistas. Esto me recuerda una afirmación que hizo el profesor Erik Hertok en una mesa redonda en la que participé en la Universidad de Salamanca. El profesor Hertok entendía que esa podría ser la solución para los idiomas minoritarios: ofrecer una formación básica a quienes tuvieran que actuar como intérpretes y no contasen con formación específica, lo cual podría garantizar un resultado lo bastante aceptable para que los tribunales puedan realizar su trabajo con garantías. Evidentemente, no sería comparable a la labor de un profesional pero ayudaría poder salir al paso.
Sin embargo, por lo que nos indican en el citado artículo, en Japón tampoco atan a los perros con longaniza. La carga de trabajo puede ser alta y el pago, teniendo en cuenta la configuración procesal, la duración del proceso y el uso de interpretación consecutiva, insignificante. Para la responsabilidad que el trabajo del intérprete encierra, resulta toda una calamidad.
Me llamo Fernando A. Gascón Nasarre. Ejerzo de abogado en Zaragoza y soy intérprete jurado de alemán. De la combinación de ambos campos surgen mis especialidades: las traducciones jurídicas y las interpretaciones judiciales.